¡Ay, Armunia! ¡Ay, Legio!

·      ¡Ay, Armunia!: O cuando la mejora de los barrios, señalada como prioridad en los programas electorales, queda encallada en los programas electorales.

·      ¡Ay, Legio!: O cuando la prioridad política es siempre ganar las próximas elecciones y repetir alcaldía, y no ganar las elecciones para gestionar los recursos municipales de la forma más eficaz posible.

27/6/24


¡Ay, Armunia!

¿Qué fue de aquella “Al-munya” árabe, de aquella “de la huerta”, “de la vega”, que surtía de productos hortícolas a la histórica urbe de Legio, huerta de la ciudad favorecida por el fértil terreno regado por la todavía hoy presa del Bernesga?

¿Qué fue de la riqueza producida por aquellos molinos del siglo XVII propiedad del Cabildo de la Catedral, de San Marcos, del Hospital de San Antonio, de Don Antonio de Quiñones y de Don Ángel Llamazares?

¿Qué fue de aquel vergel en el siglo XVIII donde se cultivaban hortalizas, trigo, fruta, viñas, lino, linaza, centeno y se criaba ganado vacuno, asnar, caballar y porcino además de patos, pollos,…? ¿Qué fue de aquella villa de realengo, propiedad de la corona primero, después del Cabildo y finalmente del Concejo?

¿Y dónde quedó aquella “Al-munya” industrializada del siglo XX con la aparición de las primeras fábricas de carácter familiar: la de harinas de la Viuda de Alfageme e Hijos; una de cera vegetal y animal de la Viuda e Hijos de Cayetano González, y otras de pastas para sopa y de chocolate; un aserradero de Nicanor Álvarez, la fábrica de Electricidad de José Hidalgo, la implantación de la Azucarera Santa Elvira en 1934 y Antibióticos en 1953?

¿Fue realmente la Integración del municipio de Armunia en el de León en 1970 el origen y el motivo de que la fértil y fabril Armunia haya perdido su bonanza y sea en la actualidad uno de los barrios más necesitados de atención del municipio de León?  Una integración interesada por la necesidad de este último de disponer de suelo para construir ante la gran demanda provocada por el éxodo rural de los años sesenta, la localización de la industria y los servicios y, como no, la especulación de siempre vinculada al suelo y la construcción. León gana, ¿Armunia pierde?

Al margen de derrotismos, y con la honestidad por delante, cabe preguntarse si Armunia tiene solución; es más, si tiene solución el municipio. ¿Cuánta mejora es posible en una Armunia y un municipio que pierden población, mal principal de cualquier sociedad, pues ello conlleva pérdida de financiación, merma en poder político, desincentivos para la inversión privada, desviación hacia territorios más poblados de la inversión pública en infraestructuras,…? En suma, conlleva lo que ya es una evidencia: un progresivo empobrecimiento general y la decadencia.

El problema de Armunia (y del municipio) es mucho más profundo que las quince calles sin asfaltar y sin aceras de la pedanía; que un polideportivo en ruinas; que una pedanía desvertebrada, periférica, aislada de la ciudad por la barrera del ferrocarril y por un número y frecuencia de rutas de transporte público insuficientes; más profundo que una limpieza deficiente; que la sensación de inseguridad que desincentiva el establecimiento de nuevos vecinos y la construcción de vivienda nueva; que la delincuencia, el tráfico y el consumo de sustancias; que la infrautilización de la Casa de Cultura; que  la falta de coordinación de las Asociaciones de Vecinos, su limitada representatividad y el sesgo ideológico de las mismas; que el deficiente  mantenimiento de los jardines y zonas verdes; que las carencias en salubridad que facilitan el paseo de ratas por la avenida Doctor Fleming por tanto descampado sin desbrozar en el entorno del Palacio de Exposiciones y terrenos colindantes…

El elefante en la habitación de Armunia (y de Legio) es la mala gestión política, electoralista y populista, que se ha venido haciendo en el Ayuntamiento desde hace décadas por los dos partidos mayoritarios turnistas en el poder municipal: PSOE-PP, PP-PSOE. Una gestión política partidista que ha dejado al Ayuntamiento empobrecido y al borde del colapso. Estos son algunos de los duros datos que lo corroboran: endeudamiento superior al 100% del presupuesto municipal; absentismo laboral “sólo” por ILT que triplica al de la empresa privada (del 9% frente al 3%); una interinidad de las más altas de España, que supera el 40% de la plantilla, con una antigüedad en algunos de los casos de más de 20 años cuando el límite legal es de tres; plantilla deficitaria en número para la cobertura de los servicios municipales básicos: no hay ordenanzas suficientes para mantener abiertos todos los edificios municipales, ni empleados de limpieza para cubrir las jornadas del servicio que precisan los barrios (71 barrenderos reales para cubrir los 103 distritos de limpieza); servicios tan esenciales para el funcionamiento municipal como Recursos Humanos, Contratación e Intervención se encuentran saturados y al borde del colapso; la ejecución de los ingresos municipales no supera el 77% (cada año un 23% del presupuesto de ingresos no llega a recaudarse) y la ejecución de gastos sólo alcanza el 73% (un 27% del presupuesto municipal queda sin invertirse).

El Ayuntamiento no carbura; apenas es capaz de sacar adelante, y con calzador, las tareas administrativas básicas; incapaz de gestionar de manera directa, sin externalizar, cualquier nueva actividad o servicio por sencillos que sean. La avería principal es la mala gestión de la plantilla municipal, un melón que ninguno de los partidos mayoritarios turnistas en el gobierno municipal, incluso ni los partidos de la oposición, se han atrevido a abrir. Y es que pesa más no perder votos que optimizar la gestión de los recursos de todos; prima anteponer el interés del partido y el beneficio personal, al servicio público y al bien comunal.  “Es la (mala) política, amigo”, que diría aquél.

La mejora significativa de Armunia y del propio municipio pasan necesariamente, pues, por realizar una gestión política de los recursos municipales menos electoralista y más técnica; menos táctica (a cuatro años vista) y más estratégica (a 3 ó 4 mandatos); pasa por cambiar el círculo vicioso y empobrecedor de la externalización de servicios municipales, que alimenta el lucro privado, por el círculo virtuoso y enriquecedor de la municipalización de tales servicios, que engrosaría las arcas municipales.

 El Ayuntamiento necesita revertir la espiral decadente en que se encuentra, lo que se consigue aumentando ingresos y optimizando la gestión de los recursos personales y materiales municipales. Incrementar los ingresos permitiría reforzar la plantilla de personal para ofrecer a los vecinos unos servicios de mayor calidad, un refuerzo ahora inviable pues compromete la estabilidad presupuestaria del Ayuntamiento al superar el Capítulo I (Personal) el 55% del Presupuesto anual. Para reforzar personal, hay que incrementar los ingresos, bien subiendo impuestos, bien municipalizando progresivamente servicios municipales y que los beneficios que ahora perciben las empresas concesionarias se conviertan en mayores ingresos para el Ayuntaniento: SERFUNLE, el Servicio de Aguas, la ORA, el Parking de la Plaza de San Marcelo, el del Ordoño II,…, son algunos de los servicios que al Común de vecinos le conviene municipalizar.

No es honesto con la ciudadanía ni contribuye a la prosperidad del municipio y sus barrios gestionar políticamente el Ayuntamiento para ganar las próximas elecciones, sino ganar las próximas elecciones para gestionar los recursos municipales de la forma más eficaz y eficiente posible. ¿Es posible?, sí. ¿Es probable?, no. ¡Ay, Armunia! ¡Ay, Legio!

 
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